Zinapécuaro de Figueroa, histórica población de Michoacán.

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A escasos minutos de la ciudad de Morelia se localiza al norte de la Región Centro de Michoacán una interesante población que goza de fama por su gastronomía, sus balnearios de aguas termales y su ferviente religiosidad en torno a una imagen de Jesús crucificado cuya veneración se remonta a los inicios de la evangelización del pueblo tarasco en el siglo XVI, se trata de Zinapécuaro de Figueroa. Para llegar a este encantador lugar se puede tomar la autopista de Occidente México– Guadalajara o por la carretera Morelia– Acámbaro, que bien vale la pena conocer y percibir su misticismo religioso. 

Del vocablo purépecha tzinapo, Tzinapécuaro, quiere decir “lugar de obsidiana”, tiene sus orígenes desde los tiempos prehispánicos figurando en el libro La Relación de Michoacán, obra atribuida a fray Jerónimo de Alcalá en donde se documentaron las costumbres de los tarascos, por lo cual podemos darnos cuenta de la importancia que ya tenía Zinapécuaro desde esa época. Llegando por la carretera libre que viene de Morelia podemos observar cómo se erige en lo alto de una colina un suntuoso templo con su robusta torre que pareciera custodiar a toda la población, se trata del Templo Ex Convento de San Pedro y San Pablo que le concernió a la Orden de San Francisco de la Provincia de San Pedro y San Pablo de lo que fue el gran Obispado de Michoacán. He aquí donde cobran mayor importancia las líneas que hablan sobre Zinapécuaro en La Relación de Michoacán, pues como en el caso de otras construcciones católicas del siglo XVI, este complejo conventual probablemente se levantó encima de un templo tarasco, por la peculiaridad del terreno y por ser un centro ceremonial toda la zona junto con Araró en donde se veneraba a la diosa Cuerauáperi, “madre de todos los dioses” rindiéndosele numerosos sacrificios.

Vista del Ex Convento franciscano.

La construcción del convento inició en 1530 estando a cargo fray Francisco de Favencia, siendo de los primeros edificios en edificarse por parte de los seguidores de San Francisco después de los conventos de Tzintzuntzan y Zacapu, por mencionar algunos. Los trabajos concluyeron aproximadamente cerca de 1570 y para llegar a este impresionante recinto se sube a él por cómodas escaleras de piedra que se colocaron mediante el mejoramiento de obras que llevó a cabo el Padre Domingo Dutari en la segunda mitad del siglo XVIII, lo menciona Ramón López Lara en su obra Zinapécuaro, tres épocas de una parroquia.

Escaleras que conducen al Ex Convento.

Al centro del atrio se encuentra una cruz atrial muy sencilla datada del siglo XVI, colocada sobre una peana de regular tamaño y al frente podemos apreciar la fachada del templo conformada por dos cuerpos y rematada por un reloj con su campanil, sobresaliendo el nártex que fue añadido posterior a su fundación que tenía como función el purificarse para ingresar a la casa de Dios. En ambos costados del nártex están dos pilas de piedra labradas en donde se colocaba agua bendecida por los sacerdotes y en la parte superior de la ventana del coro se encuentra una escultura pétrea de san Cristóbal dentro de un óculo rodeado por elementos florales y un cordón que caracteriza a la Orden Franciscana. En el costado izquierdo está el cubo de la torre con unas tiras horizontales de obsidianas y piedras volcánicas que forman franjas de distintos colores que curiosamente no se mencionan dichos ornamentos en los documentos del momento de la entrega del convento al Clero Secular, únicamente se describe que una parte tiene “piedra de cantería labrada”, tampoco se menciona que haya estado enjarrado el cubo de la torre. Cabe mencionar que la obsidiana fue de mucha relevancia para los tarascos, tenía fuertes valores simbólicos, su uso en la época novohispana aparentemente siendo por decoración seguía teniendo el recuerdo de su función religiosa por lo que era meramente un sincretismo, teniendo como claros ejemplos las cruces atriales de Ciudad Hidalgo, San Felipe de los Alzati, Santiago Puriatzícuaro y las fachadas de los templos de Ucareo y también en Puriatzícuaro, Mpio. de Maravatío.

El interior del templo de San Pedro y San Pablo es de una sola nave con techo de bóveda de cañón corrido teniendo tanto el altar mayor como los altares colaterales de estilo neoclásico, construidos durante el siglo XIX, apreciándose un arco triunfal que separa a la Iglesia triunfante, en donde está el área del presbiterio y la Iglesia militante, siendo el resto de la nave en donde la feligresía escucha misa y ocupa un lugar para hacer oraciones. El altar mayor tiene su ciprés y en los costados aparecen los titulares del templo, San Pedro con su tiara papal y báculo y San Pablo por el otro costado, mientras que en la parte superior figura un cuadro de la Virgen de Guadalupe.

Interior del templo.

La pieza que conforma a la sacristía es de mucho interés y valor artístico, pues se encuentran pinturas de medio punto al óleo sobre tela de la época novohispana, siendo una de ellas alusiva a los Siete Sacramentos, luciendo una cómoda amplia de madera ornamentada y un retrato del Cura y benefactor de Zinapécuaro Juan Bautista Figueroa, a quien se le recuerda con gran gratitud por todas las obras de beneficio que hizo a la población y sus alrededores, mejoras materiales y espirituales que menciona el Cura López Lara en Tres épocas de una parroquia, entre ellas la construcción de la plaza principal, el portal, un acueducto  para llevar agua potable desde Taimeo al pueblo, el primer cuerpo y remate de la torre de la parroquia de San Pedro y San Pablo, la remodelación de la capilla del hospital de la Inmaculada Concepción, la capilla del Barrio de San Juan, la capilla del Señor del Desierto con apoyo económico de Matías Ballines en 1795 y las torres de las capillas en aquel entonces de Taimeo y Bocaneo. De igual manera, impulsó el trabajo de la alfarería, asignándole esta labor a los moradores del barrio de San Juan y que afortunadamente ha sobrevivido hasta nuestros días.

Pinturas de la Sacristía.
Juan Bautista Figueroa.

En el interior del ahora ex convento el patio del claustro bajo cuenta con arcos de medio punto que nos remontan a las primeras décadas de la evangelización en la Nueva España, detrás de la mencionada arquería están pintadas las catorce estaciones del Viacrucis, encontrando a varios ángeles pasionarios. Cabe destacar que el atrio está bardeado por gruesos muros con almenas sin contar con documentos que nos digan sobre la fecha de su construcción.

Interior del Ex Convento.

Este complejo conventual es rodeado por suntuosas casonas del silgo XIX, principalmente y una hermosa calzada o paseo que data de la época Porfiriana con un acueducto de piedra y adobes con arcos ojivales y dinteles de madera, calzada que fue remodelada con bancas y farolas durante el gobierno del ilustre zinapecuarence Félix Ireta Viveros allá en la década de los años cuarentas del siglo pasado siendo restaurada en el año 2020 para el disfrute de propios y extraños.

Acueducto de Zinápecuaro.

Entre las casonas más sobresalientes son las que se ubican en las avenidas Hidalgo, Morelos y la calle de Melchor Ocampo, cornisas con elementos fitomorfos, copas pétreas, puertas y ventanas altas y estrechas enmarcadas por frontones son muy propias de la arquitectura vernácula zinapecuarence que tiene cierta influencia neoclásica en sus estilos. Bajando de las escalinatas de piedra de la ya mencionada capilla del hospital de la Inmaculada Concepción cuyos beneficios en las primeras décadas del siglo XVI fueron de gran relevancia al ser destinados en cumplir con catorce obras de misericordia, nos encontramos con la famosa casona del Licenciado Felipe Rivera, hoy en día el único museo de esta población y del municipio.

       Felipe Rivera desde corta edad estaba envuelto en el mundo de los libros y la cultura gracias a las enseñanzas del Profesor Antonio Quiroz, por lo que a temprana edad demostró amor por la astronomía y pese a que su padre se opuso a que estudiara esos temas del universo terminó en la Escuela de Jurisprudencia de Morelia sin que fuera un impedimento para alejarse del mundo de las estrellas. Siendo de inteligencia elevada aprendió varios idiomas y esto lo relacionó con distinguidos científicos como Camilo Flamarión y con ello fomentó la cultura en su localidad impartiendo conferencias gratuitas los domingos en el patio central de su casona y fue en una de esas noches exactamente un 21 de febrero de 1901 que tras observar el cielo descubrió el nacimiento de una estrella en la constelación de Perseo a la que le puso por nombre Nova Persei. Con este mérito fue uno de los fundadores de la Sociedad Astronómica de México fungiendo como primer presidente de la citada sociedad, esto por mencionar solamente algunos de sus innumerables logros.

Telescopio de Rivera.

En la Casa Museo se pueden contemplar varios de sus objetos personales y de sus hijos, así como un telescopio que le fue obsequiado como premio por parte del Gobierno del Estado de Michoacán, una pianola que tocaba su esposa Adela Castro, se conserva la cocina con su hornilla y las copas de cristal donde se servía el jerez, el vino tinto o el rompope, una bella vajilla y un torno de madera, así como un refrigerador que le antecede a los refrigeradores que utilizan luz eléctrica. También podemos apreciar una exhibición de piezas arqueológicas.

Alfarería de Zinapécuaro destacando la técnica “al negativo” y las famosas ollas “chorreadas” que fue impulsada a finales del siglo XVIII y principios del XIX por el Cura Juan Bautista Figueroa entre los habitantes del Barrio de San Juan.

Finalmente, para no extenderme con este breve artículo, otros sitios de interés son el Teatro Hidalgo que está dentro de la lista de los diez teatros más bellos de México inaugurado en 1910 durante los festejos del Primer Centenario del inicio del movimiento de independencia con sus palcos de madera.  En una de las esquinas que rodean al jardín principal está la casa del mal llamado estilo neocolonial que fue del General Félix Ireta con una suntuosa terraza y al frente la Casa de la Cultura que anteriormente era el mercado y por un costado cruzando la Avenida Hidalgo está la Presidencia de estilo neoclásica.

Es imperdible ir a Zinapécuaro y comer el delicioso y famoso “pan fallo” único por su inigualable sabor cuyo origen lo tiene en las panaderías de Bocaneo, así como el “decortado” que puede ser acompañado por una rica taza de avena, champurrado o de café de ola, o bien, con una bola de nieve de leche en su interior, las famosas “chilindrinas”, las ricas “tortugas”, por mencionar solamente algunos panes de toda la gran variedad que nos ofrecen las panaderías El Batán, la Romero, La Chiquita, la Sandoval, entre otras.

Pan de Zinapécuaro.

Y si de comer se trata, no hay mejor lugar que Zinapécuaro para saciar al más exigente de los paladares con unas ricas carnitas de Beto, unas gorditas de maíz quebrado, quesadillas largas de La Güera, filete de carpa del Compadre, tortas con pan recién salido del horno con sus zanahorias en escabeche o ir a Deli por una rica ensalada o un suculento baguette de pechuga de pollo.

Carnitas de Zinapécuaro.

Me fueron suficientes dos años para darme cuenta de toda la riqueza arquitectónica, histórica, cultural y gastronómica que posee Zinapécuaro cuando estuve al frente de la Casa Museo Felipe Rivera, además de ser la cabecera de mi municipio de origen, ideal para visitar sus balnearios principalmente en la primavera o el verano para apaciguar el calor y digna de ser admirada la Entrada del Señor de Araró el miércoles, jueves y viernes  anterior a la Semana Santa para poder ser testigos de la ferviente religiosidad y de la creatividad de su gente con los vistosos adornos, alfombras y pozas en donde descansa el Cristo de Araró para ir bendiciendo los hogares y a las personas presentes en esta festividad entre fuegos pirotécnicos y devociones enmarcadas por múltiples colores y flores.

Torre del Templo.

En tu próximo destino no dudes en visitar Zinapécuaro. ¡¡Te sorprenderá!!

Fuentes de consulta:
Alcalá, fray Jerónimo de, La Relación de Michoacán. Fimax Publicistas, Morelia, Michoacán, 1980.
Carrillo Cázares, Alberto, Michoacán en el otoño del siglo XVII. Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 1993.
López Lara, Ramón, Zinapécuaro, Tres épocas de una Parroquia. Fimax Publicistas, Morelia, Michoacán, 1984.

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