Los ciudadanos tienden a tener una memoria histórica selectiva o muy corta, desde muy temprana edad, se les ha grabado casi casi con fuego, que hay hombres que merecen el titulo de héroes inmaculados que deben ser reconocidos y elevados a los altares de la Historia y de la gloria perenne; por el otro lado están los villanos, llamados traidores, proscritos de cualquier mención digna en los Anales de la Historia, borrados de la memoria colectiva, y objeto de continuas denostaciones.
Se nos olvida que en ambos bandos hay simplemente hombres de carne y hueso, con virtudes y defectos como todos, que en su momento les tocó jugar un determinado papel en la historia
Pues bien, uno de estos llamados villanos es Agustín Cosme Damián de Iturbide y Aramburu, a quien la historia de bronce lo ha señalado continuamente como traidor, provocando actos controvertibles como el caso de ciudad de Padilla Tamaulipas, lugar de su muerte, que fue destruida con la justificación de la construcción de una presa, o que en 1921 el nombre de Agustín de Iturbide que se encontraba junto con los otros nombres independentistas en la cámara de Diputados fue arrancado y relegado.
Su misma ciudad de nacimiento lo ha olvidado, arrancando casi cualquier vestigio de su existencia, como si con ello se lograra borrar su trayectoria.
En su casa natal ubicada en la calle de Valladolid 71, en el centro histórico de Morelia, por cierto, donde ahora se encuentra una tienda de ropa; ha desaparecido la placa que indicaba ese hecho.
Como consta en la partida de bautizo que se encuentra en el Archivo Histórico del Sagrario Metropolitano, Agustín Cosme Damián de Iturbide y Aramburu ve la luz un 27 de septiembre de 1783, fue bautizado por el Canónigo de Catedral José de Areguí, tío de su papá, un primero de octubre de ese mismo año, hijo legítimo de José Joaquín de Iturbide y María Josefa de Aramburú.
Parece que los edificios señoriales de Morelia solo nos refieren los pasos de Morelos o de los Michelena o del propio García Obeso. Han olvidado, por ejemplo que en la Iglesia de San Agustín, en la que se encuentra sepultado Fray Diego Basalenque, a este se le pidió que intercediera para el nacimiento del niño Iturbide, y que gracias a eso pudo nacer sano; llevando como agradecimiento el nombre de Agustín, o en el mismo Seminario de San Pedro hoy Palacio de Gobierno, en el que estudió Morelos, Iturbide igualmente estuvo un tiempo antes de ser militar , aunque nunca cruzaron caminos, también se ha olvidado que una casona señorial fue testigo del momento más importante en la vida de cualquier ser humano, la petición de mano de Ana María Huarte, hecho que se consumó más tarde un veintisiete de febrero de 1805 en la Catedral de la entonces ciudad de Valladolid, en donde se presentaron el entonces Alférez Agustín de Iturbide de 21 años y Ana María Josefa Ramona Nepomucena Marcelina Huarte Arrivillaga y Muñiz de Sánchez de Tagle de 19. El templo de San José donde se dice que Agustín de Iturbide iba a pedir por sus tropas, como lo consigna en su diario militar, en fin mudos testigos del andar de este Vallisoletano, aunque ya pronto hablarán de este hecho gracias a una Ruta Turística ya registrada, que pronto verá la luz.
Al detonar el movimiento armado de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla invitó a Iturbide a unirse a la causa, ofreciéndole un grado militar, lo que este rechazó rotundamente.
Ya desde la posición de las fuerzas realistas, combatiría a José María Morelos y a Vicente Guerrero.
Tras diez largos años de guerra, era de esperar que se inspirara un cierto anhelo de paz, lo que solo se efectuaría, si se lograba conciliar ambos frentes, por lo que Iturbide de manera diplomática, a través de cartas invita a Guerrero y a otros jefes de ambos bandos a formar un Plan para acabar con la guerra, con lo que formaría posteriormente el ejército Trigarante.
En 1821 culminó por fin la lucha, con la firma del Plan de Iguala, en el que se proclamaban tres garantías: La supremacía de la Iglesia Católica, la independencia de México y la igualdad de derechos para españoles y para las demás castas. Como se puede observar en los documentos que anexo.
Y cuya copia se encuentra en Estados Unidos junto con algunos otros documentos, resguardados a petición de la Viuda del Nieto de Iturbide, tal vez me oiga chocante, pero a mí me gusta ser clara, afortunadamente no están en manos de los acaparadores de la Historia, de esos investigadores que no comparten sus fuentes, que se apropian de los documentos como algo suyo, sin reconocer que son Patrimonio de todos.
Bueno regresando a Iturbide, finalmente día 27 de septiembre de 1821 el Ejército Trigarante entra triunfante en la Ciudad de México, con lo que se declaró la consumación de la Independencia. El nuevo representante del Rey de España, Juan O’Donojú, firmó los Tratados de Córdoba, por el que se reconocía la Independencia de México. Un día después de este acontecimiento se integró la Junta Provisional Gubernativa que eligió por unanimidad a Agustín de Iturbide como su presidente. El 25 de febrero de 1822 se eligió un Congreso Constituyente, pero un motín en ese mismo año, lo proclamo Emperador, aunque como es de todos conocido, se ve obligado a abdicar, salir del país y exiliarse en Europa, primero en Liorna, trayecto que duró 83 días, sin detenerse en ningún puerto.
Un documento que también está en Estados Unidos refiere que durante el viaje, hubo un intento de asesinato contra el Emperador y su hijo, esto mediante un licor obsequiado por un cura, que inclusive persiguió a Iturbide por Europa; afortunadamente no había tomado más que un poco de aquel veneno, curándose con aceite, el Capitán del barco se negó a detenerse para que Iturbide y su hijo recibieran atención médica, pero se curaron con dicho aceite.
Posteriormente en esos apuntes el testigo consigna el regreso de Iturbide a México, por noticias de una intervención de España en el país, pero no fue escuchado por el Congreso. Un militar que lo acompañaba apellidado Benestri le decía que pidiera tres días de plazo para que lo escucharan, pero Iturbide se negó Esto ya está resuelto y no hay que pensar sino en morir, fueron sus palabras.
Finalmente fue aprehendido, y conducido a Padilla, donde se realizó un juicio con muchas anomalías, fue sentenciado a pena de muerte, a cuya cita acudió resignado, repartió monedas entre los soldados que lo iban a fusilar, dirigió una última mirada a su alrededor expresando veré por última vez al mundo, no quiso que le ataran los brazos, el mismo se vendo los ojos, se hinco y recibió las descargas en su cabeza y cuerpo, se le trasladó a un cuarto y posteriormente se le dio sepultura sin ponerlo siquiera en un cajón.
Este testigo refiere que incluso la tropa se repartió sus prendas, ya que el llegó a ver a un soldado usando las botas de Iturbide.
El padre López fue el encargado de notificarle a Ana Huarte, quien estaba embarazada, la noticia, el General Garza ordeno la salida del país de todos los que acompañaban a Iturbide, menos Benestri a quien se le formaría juicio militar, condenándosele a destierro, aunque posteriormente años más tarde se suicidó en Saltillo.
Este testigo se quedó en el país por la amnistía de 1825, el resto de los acompañantes salió rumbo a Estados Unidos, donde Ana Huarte daría a luz.
Debemos recuperar nuestra memoria histórica, dejar de lado la historia oficial y darle su lugar a este personaje. No elevarlo a los altares ni decir que fue un Santo, más bien como yo señalaba un hombre con vicios, defectos y virtudes como todos, que nos lego la bandera que hoy tenemos.