Conocí al escritor Carlos Ruvalcaba en agosto del 2015, en una de esas casas viejas zamoranas de baldosas y tejas rojas que menciona en alguna de sus novelas. Entonces trabajaba en la biografía de la artista plástica Susana Wald, que, nacida en Budapest, hoy vive en Oaxaca; la obra se titularía El puente entre el Danubio y Monte Albán.
Carlos, como me pidió que lo llamara, era un puente, ya que la vida lo llevó a vivir en España un tiempo y otro más en Los Ángeles, y en esos años conoció a destacadas personas de la cultura y el arte, como el nobel de literatura, Camilo José Cela, e hizo amistad con otras como la ya mencionada Susana Wald, el pintor Antoni marqués de Tápies, el escritor Emilio Pacheco o el escultor y grabador español Eduardo Chillida.
Nació en Zamora, Michoacán, el 7 de abril de 1951. Siendo Zamora tierra tan fértil en poetas, parió a un narrador que además fue hijo del medio siglo. Se empapó de esa generación de narradores mexicanos notables como Rulfo, Fuentes o Paz (quienes eran sus escritores mexicanos favoritos, aunque prefería a Dostoyevski), cuando estudiaba Comunicación en la Ciudad de México, durante los días de El Halconazo y el festival de rock y ruedas de Avándaro.
“Hace ya varios poemas que mi alma está triste”
El primer libro que publicó fue Vida Crónica (1982) en Madrid, seguido por La mariposa bailarina (1996), que se convertiría en un best seller infantil. Sin embargo, son Los Novenarios la primera novela que escribió durante un período de mucha dificultad: era finales de la década de los setentas y acababa de llegar a España y sufría grandes carencias. La nostalgia por el terruño se deja sentir en cada página. Los Novenarios fueron publicados hasta el 2006.
A mediados de los ochentas fue corresponsal de La Jornada en España, entrevistando a personas de la vida cultural; cubrió visitas de mandatarios e, incluso, la guerra por la independencia del pueblo saharaui, en el Sahara Occidental. En Europa, tan llena de contradicciones, vivió de cerca fenómenos como la migración, el fascismo o el nacionalismo: alguna vez vio un atentado del grupo terrorista ETA que buscaba separar al País Vasco de España y Francia.
Después dio el salto a Los Ángeles, California, donde colaboró con La Opinión, uno de los diarios de habla hispana más importantes de Estados Unidos, así como en Hoy y el Eco del Valle; también trabajó en importantes casas informativas como Telemundo y Univisión. De aquellos años no sólo quedan algunas fotografías con diversas personalidades del medio artístico, cultural, político y deportivo, sino también el prestigioso Micrófono de Oro, que se le otorgó en 2005 por el “Noticiario mejor escrito de la televisión”, gracias al noticiario de las seis de la tarde de Telemundo 52, que él escribía.
Con esa vereda recorrida, se retiró de la prensa, radio y televisión y regresó a su ciudad natal en el 2009. Desde entonces se dedicó de lleno a la escritura. Vivencias no faltaban.
Además de las obras ya mencionadas, resaltan La Cita (2009), El buen vecino (2019), La inocente (2019) o La mujer de Tariácuri (2020); también tiene un par de poemarios: El camino del verso y Cuadros de una exposición, ambos salieron a la luz en el 2017. Finalmente, podemos agregar varios cuentos y poemas publicados en revistas de Argentina, Brasil, Costa Rica, España, Estados Unidos México y Venezuela. Sobre su obra periodística escrita, él mismo negaba que tuviera valor alguno como para recopilarla y buscar su publicación. Me permito dudar.
Es difícil encasillar su obra en alguna corriente literaria y no es ahora menester intentarlo. Sólo valga decir que lo mismo narra las costumbres más arraigadas de los zamoranos, que las dificultades que pasan los migrantes del mundo. Sus puntos de partida están enmarcados por inicios de dictaduras latinoamericanas o por la guerra entre México y Estados Unidos; sus paisajes son tan variopintos que van de las calles zamoranas a las madrileñas, de Los Ángeles de inicios de este siglo a la región del lago “Pasquaro” antes de la llegada de los españoles.
Carlos tejió redes, hizo muchas amistades y trotó por buena parte del mundo. Esto lo marginó de grupos literarios y artísticos incluso después de regresar a su tierra. Su personalidad directa y franca también le costaron desacuerdos. Era alguien con iniciativa, pues buena parte de sus libros, especialmente los últimos, los sacó de manera independiente y recibía regalías por ello, algo difícil en nuestro país. Pueden conseguirlos en Amazon.
“La muerte andaba rondando por Zamora”
El 9 de junio del 2023, Carlos hizo el último viaje a semanas de festejar su cumpleaños 72.
Se extrañarán las tertulias en el Pajarito Café o en otras zamoranas locaciones, las cervezas y momentos compartidos, que fueron pocos pero de calidad; gracias por llevarme a casa cuando ganaba la noche. De aquello quedan estas breves letras.
Con cariño y admiración, Hiram Padilla Rizo