El Purgatorio de Santa María de Guido.

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El poblado de Santa María de Guido conocido anteriormente como Santa María de los Altos está asentado sobre la cima de una loma al sur de la ciudad de Morelia teniendo sus antecedentes desde la época prehispánica, pues en estos territorios se establecieron familias pertenecientes a la cultura Pirinda por disposición del Cazonci tarasco después de haber tenido una alianza con dicho pueblo. Desde varios puntos de la loma de Santa María se pueden disfrutar las hermosas vistas que tiene al centro histórico de Morelia, apreciando las torres, cúpulas y los suntuosos edificios en cantera rosa.

Las fuentes documentales nos dicen que en la segunda mitad del siglo XVI se levantó una modesta capilla que fue visita del Convento de la Orden de los Agustinos de Santa María de Gracia de Valladolid, que hoy en día sigue de pie, pero para finales del siglo XVIII se inició la construcción del templo actual que hasta el año de 1860 seguía sin concluirse, teniendo ya el rango de Parroquia siendo su patrona la Virgen de la Asunción. Para la segunda mitad del siglo XIX la gente se dedicaba a la elaboración del pulque, a la venta del carbón, ocote y leña que expedían a la ciudad de Morelia a lomo de mula. Dependían de este curato San Miguel del Monte y Jesús del Monte. Actualmente se encuentran bellos óleos sobre tela en la parroquia de Santa María como el de la coronación de la Virgen María por la Santísima Trinidad junto a Santa Ana y San Joaquín, la Virgen de la Soledad y un cuadro de mediano formato de las ánimas del purgatorio del cual les hablaré a continuación.

Este tipo de devociones a las almas del purgatorio fue muy frecuente en la Nueva España, principalmente los siglos XVII y XVIII, en donde se pretendía que el mensaje llegara a la Iglesia militante para controlar sus actos siguiendo los ejemplos de vida de Jesús, la Virgen María y los santos, por lo que la sociedad novohispana tendría a bien preocuparse por la vida futura en el más allá controlando sus comportamientos en vida para alcanzar la gloria celestial junto a la Trinidad. Para reforzar esta idea de un tercer espacio ultraterreno donde se redimieran las culpas y se expiaran los pecados no considerados con gravedad se le concedió al purgatorio dicha función, situándose en el imaginario entre el cielo y el infierno, ideas fundamentadas principalmente por San Agustín y Santo Tomás de Aquino y reforzadas por Santa Gertrudis Magna, Santa Lugarda, por mencionar algunos. Es por ello que la plástica vendría a ilustrar el purgatorio bajo los tratados de pintura para recrearlo perfectamente y que sería de gran utilidad para que la sociedad comprendiera las penas que en él se padecerían, así como la esperanza mediante la intercesión de la Virgen o los santos y abogar por las almas solas que no tuvieran quien rezara por ellas.

Este lienzo se encuentra en perfecto estado de conservación y una inscripción que aparece en la parte inferior nos dice que se realizó el 18 de octubre de 1745 por devoción de Joseph Xerónimo y que fue retocado el 11 de febrero de 1775 por Joseph de la Cruz. Se divide la pintura en cuatro niveles horizontales, siendo que comúnmente se realizaban en tres.

En el primer nivel encontramos al purgatorio con las llamas que expían los pecados con un total de diecisiete personajes apareciendo frailes que se identifican por la tonsura en la cabeza y sus hábitos en color café, mismos que nos dicen que son miembros de la Orden Franciscana, está un cardenal con su birrete rojo, un obispo identificado por su mitra, un papa con la tiara papal, un rey, un poeta laureado, entre otros, lo cual nos indica que no importa la edad ni el rango social, pues todos debían pasar por el purgatorio. Se identifican también las esposas y cadenas de hierro como símbolo de la opresión y el castigo así como los escapularios que portan dos ánimas que nos recuerdan la promesa que la Virgen María bajo su advocación del Carmen hizo a Simón Stock sobre el uso del escapulario, pues quien lo portara y rezara diario el Santo Rosario sería rescatado del purgatorio el primer sábado después de su muerte.  Otra alma porta el monograma IHS identificado con la Compañía de Jesús.

En el segundo nivel aparece a la derecha San José, la Virgen del Carmen sosteniendo su principal atributo que es el escapulario como medio de salvación de las almas y al niño Jesús; Santa Gertrudis Magna, monja benedictina cuyo hábito es negro, su báculo de abadesa y el corazón expuesto en el pecho como símbolo del amor a Cristo; Santa Rita de Casia, de la Orden Agustina devota de la Pasión de Cristo que porta su corona de espinas con su herida en la frente. Al centro San Miguel Arcángel, jefe de las milicias celestiales simbolizando así el triunfo de la Iglesia Católica sobre la herejía, vestido con su atuendo de guerrero de la antigua Roma, cruciferario y su coraza en donde aparece el sol y la luna siendo alusivos al Nuevo y Antiguo Testamento y porta su balanza como pesador de las almas. Debajo de el aparece San Nicolás de Tolentino, principal intercesor de las almas para la Orden de los Agustinos y se identifica por su manto estrellado, la azucena que nos recuerda su pureza y la tonsura en su cabeza. Nicolás de Tolentino sostiene un cordón con el que liberará al papa del purgatorio. Del lado izquierdo aparecen San Francisco de Asís con su hábito gris que también sostiene un cordón que le ofrece a un obispo que porta el escapulario y que da a entender la importancia del uso del escapulario para liberarse pronto del purgatorio; aparece con sus alas el dominico San Vicente Ferrer a quien se le denominaba “el ángel del Apocalipsis” por su forma de evangelizar y termina este nivel con San Antonio de Padua con el hábito café franciscano y su azucena, le ofrece el cordón al alma del hombre que porta el monograma asociado con la Compañía de Jesús.

En el tercer nivel se encuentra San Juan Bautista caracterizado con su piel de camello y el manto rojo en recuerdo de su martirio cuando Herodías pide su cabeza al rey Herodes mediante Salomé. Del lado izquierdo aparece San Roque vestido como peregrino con su sombrero, la pierna izquierda infectada por una flecha misma que fue curada por un ángel. La escena de este tercer nivel es amenizada por seis almas que flotan con posición de rodillas.

Finalmente nos encontramos con la parte superior de la composición, ocupada por el cuarto nivel que alberga a la gloria celestial, encontrando a los apóstoles con sus diversos atributos y en medio a la Trinidad, Dios Padre representado con la tiara  papal, el Espíritu Santo caracterizado por una paloma y Dios Hijo, que porta la cruz en recuerdo de su crucifixión estando debajo de ellos los tronos.

Como consideraciones finales, el autor anónimo de esta pintura no permitió que el nivel que abarca al cielo tuviera esa magnificencia de extrema felicidad que bien pudo ser caracterizada con una mayor luminosidad, pues las nubes que lo rodean junto con el segundo y tercer nivel están oscurecidas. Es de notarse la carencia del movimiento corporal y los pliegues de las vestiduras así como la poca expresividad en los rostros de los personajes, características de suma importancia para la pintura barroca. La obra ha sabido jugar muy bien su papel y mayor aún en el siglo XVIII para recordar a la feligresia el destino final después de la muerte y la buena preparación del alma, así como no olvidar realizar los sufragios benéficos y las indulgencias plenarias tanto por los que ya partieron de este plano terrenal como para los que seguimos en vida y con ello gozar de todas las virtudes que ofrece el cielo junto a Dios Padre, como lo refiere la tradición de la Iglesia Católica.

Bibliografía:

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Anaya Ramírez, María Guadalupe, “Ánimas del purgatorio (Morelia)”, en Sigaut, Nelly, Félix, Hugo Armando, Editores, Pintura Virreinal en Michoacán. Vol. II, El Colegio de Michoacán, ImpresionArte, Zamora, Michoacán, 2018.

Carmona Muela, Juan, Iconografía de los santos. Ediciones Akal, España, 2008.

Romero, José Guadalupe, Michoacán y Guanajuato en 1860. Noticias para formar la historia y la estadística del Obispado de Michoacán. Fimax Publicistas, Morelia, Michoacán, 1972.

Wobeser, Gisela von, “Certezas, incertidumbres y expectativas en torno a la salvación del alma. Creencias escatológicas en Nueva España, siglos XVI- XVIII”, en Historia Mexicana. Vol. LXI, Núm. 4, abril- junio 2012, El Colegio de México, México, 2012.

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